Por Ignacio Koblischek. 

3.-Emblemas (Siglo X-XI). 

En este periodo vamos a asistir al paso del signo de poder a emblema. 

A medida que se va fragmentando el Imperio carolingio surgen nuevos centros de poder. Los nuevos gobernantes necesitarán recurrir al uso de signos que representen ese poder para exteriorizar su autoridad aunque, ahora, se adaptarán a la personalidad de los nuevos gobernantes. Se cambiarán los monogramas, los bustos y las inscripciones siendo cada vez más concretas y personales. 

La representación de estos signos de poder se extiende a distintos soportes, se tiende al esquematismo y se va creando un vínculo entre titular y signo, convirtiéndose en un emblema. Es decir, pasa de representar poder a representar a la persona que ejerce el poder. Para afianzar el vínculo de los signos con el titular y sus herederos se requiere al menos el transcurso de varias generaciones, tiempo que comenzará a contar desde ahora.

A partir del siglo X veremos como muchos de los signos que se empiezan a utilizar como cruces, leones o águilas, tendrán un uso continuado hasta convertirse en emblemas heráldicos. 

Actualmente, el emblema queda definido como "cualquier elemento visible que es representación simbólica de una persona física o jurídica, singular o colectiva, y que traduce una identificación personal, un vínculo familiar o comunitario, una posición social o un mérito individual" (1).

Los emblemas forman parte de los signos y se les considera signos plásticos gráficos tomados de la abstracción del objeto que le sirve de soporte material. Su estudio se puede estudiar desde dos perspectivas distintas: la del significado, valor del emblema como signo; y, desde el significante, valor meramente visual, estético u ornamental.

En esta etapa podemos encontrarnos con dos modelos formales de emblemas: la seña y el sello. La seña o enseña marca la presencia de colectividades en espacios abiertos o concentraciones generalmente de carácter militar. El sello sirve para expresar la identidad del titular en la validación de documentación. La posesión material de la enseña y del sello equivalía a tener la autoridad sobre un determinado territorio o corporación, de ahí la necesidad de tomar medidas precautorias para su custodia.   

El proceso de evolución del signo de poder al emblema lo podemos resumir en las siguientes etapas:

1.-Existencia de sellos y señas sin diferencias aparentes en la forma gráfica de las figuras.

2.-Potenciar las diferencias entre la forma gráfica acentuando los rasgos característicos y tendiendo al esquematismo. Facilita la memoria visual y posterior reconocimiento.

3.-Se produce un vínculo entre titular y emblema.

4.-El proceso culminará con el escudo de armas, cuando estos emblemas comiencen a heredarse.

La principal diferencia entre los signos y los nuevos emblemas es que los primeros están cargados de simbolismo mientras que los segundos son más denotativos con la intención de diferenciar entre iguales. 

El proceso de fragmentación del poder se desarrolla de forma exponencial. Por este motivo, hemos subdividido esta etapa en otras tres. Cada una fruto de una serie de causas que motivan esa fragmentación: Tratado de Verdún (843), Revolución Feudal (siglo X) y Monarquías Feudales (siglo XI). 


Notas

(1) Sentido y contenido de los emblemas. Alberto Montaner Frutos. revista Emblemata 16/2010, pág. 45. 

Placa del Monasterio de San Pelayo (Oviedo), siglo IX.

Lápida con cruz e inscripción. Museo Prerrománico de San Martín de Salas, Asturias, siglo X.