Por Ignacio Koblischek.

Introducción. 

Comenzamos el estudio de una de las facetas más controvertidas del Sistema Heráldico: las superficies. 

Las superficies, tradicionalmente denominadas piezas, son uno de los dos elementos que conforman el Sistema Heráldico junto a las figuras y esmaltes. Tienen gran utilidad ya que nos ayudan a yuxtaponer colores y sirven como soporte a las figuras. Por este motivo, el modo de incorporarlas a los escudos denotará la formación del diseñador heráldico así como su creatividad y buen gusto. 

Precisamente, la incorporación de las superficies al escudo o, mejor dicho, su diseño es el que marca la diferencia a la hora de organizar escudos. Tradicionalmente y hasta hace muy poco tiempo, los manuales de Heráldica mostraban solamente un número determinado de superficies aptas para ser utilizadas: cortado, tajado, tronchado, partido, cuartelado... y poco más.  Estas eran las únicas superficies utilizadas por los diseñadores ya que en dichos manuales sólo se exponían las usadas tradicionalmente dando a entender que no era posible utilizar otras, de ahí que casi todos los escudos parecieran prácticamente iguales.

El problema radica en que nunca se ha tratado al Sistema Heráldico como un sistema capaz de combinar sus tres elementos principales: las superficies, las figuras y los esmaltes. Siempre se han expuesto por separado sin conexión entre ellos.

En el tema 3 ofrecemos cómo se pueden combinar las superficies entre ellas y con las figuras. Abordamos un aspecto totalmente novedoso que seguramente tendrá sus seguidores y sus retractores, pero de lo que sí estamos seguros es que se trata de una herramienta que proporcionará al diseñador infinitas posibilidades.